La palabra deriva del latín (violentus) que a la vez estaría formada de dos palabras "fuerza" (vio) "lento" (lentus) con la interpretación: "el que ejerce la fuerza constantemente" - de esta palabra también deriva "violar" "violación".
La violencia, por lo tanto, es un comportamiento agresivo deliberado que puede provocar daños físicos o psíquicos al prójimo. Es importante saber también que la violencia puede ser emocional mediante ofensas o amenazas. Por eso la violencia puede causar tanto secuelas físicas como psicológicas.
Existirían tres divisiones importantes dentro del concepto “violencia”: la violencia cultural, la estructural y la directa.
La primera se manifiesta por medio de las obras de arte, de la música, de la pintura, escultura etc. Pero así también desde la ciencia o la religión.
La segunda – estructural – la más peligrosa, pues es la que se origina, a través de diversos sistemas, como consecuencia de no poder o no ver satisfechas las necesidades que se tienen.
Por último, la violencia directa que es la que se realiza de manera física o verbal sobre personas, contra el medio ambiente o contra los bienes de la sociedad en general. Robos, asesinatos, daños contra los recursos naturales o ataques a inmuebles son algunas de las manifestaciones más habituales de este tipo de violencia.
De todas maneras es importante saber que el concepto de violencia será diferente según la cultura o la época desde donde se analice.
De todas maneras existen unas simples dicotomías: “fuerza – razón”, “violencia – autocontrol”, “guerra – paz”, “brutalidad – humanidad” que marcan el ideal del hombre por querer elevarse de su propia animalidad hacia una razón, inteligencia y espiritualidad.
Si de alguna manera hemos evolucionado culturalmente – la diferencia que marca la historia – las que nos separa del hombre de las cavernas fue quizás – “el derecho”, “la norma” que nos permite vivir en comunidad, en convivencia sin matarnos los unos a los otros.
En un campo ideal, La “Justicia” permite que en una sociedad, “el débil” posea los mismos derechos y obligaciones que el “fuerte y poderoso”.
En la condición humana, en su propia naturaleza está justamente latente los opuestos, conviven en nosotros puesto que somos parte de un sistema universal de contrafuerzas.
De alguna manera podemos explicar lo que nos pasa ahora – en nuestra sociedad – y el porqué de una constante violencia que vivimos.
La cosa es que, en este mundo de plástico, la televisión promete paraísos que pocos pueden gozar, y a su servicio estamos. Una civilización donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos. Las cosas te compran… Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales.
Esta civilización no deja dormir a las flores, a los pollos ni a la gente.
No hay tiempo para perder el tiempo.
Hay que trabajar constantemente para conseguir más dinero para comprar cosas y como hay tantas cosas para comprar se necesitan tarjetas de crédito, cuentas corrientes, giros al descubierto y tanto se endeudan que por último pierden la casa, el auto y por último el trabajo.
Paradoja de nuestro tiempo: muchos condenados al insomnio por la ansiedad de comprar y la angustia de no poder pagar.
Los mal llamados pobres, al margen de ser condenados al hambre y a la miseria también están condenados a contemplar los manjares que ofrece la publicidad pero cuando estiran la mano estas maravillas se alejan y si algunas atrapan por asalto van a parar a la cárcel o al cementerio.
Al parecer nuestra propia sociedad occidental y cristiana tampoco se puede librar de los contrapuestos – por un lado genera violencia y violentos y por otro, con desmesura, intenta aplastar y destruir.
La pregunta es: hay una esperanza de poder cambiar y revertir estas cuestiones que hacen a nuestra propia naturaleza?
Un principio sería comprender que existen otros opuestos: “razón – espiritualidad” ya que el conocimiento sólo por el conocimiento no tiene sentido, que cuanto más conocimientos tenemos más deseos tendremos y que cuantos más deseos más cosas necesitaremos. La necesidad desmedida acarrea violencia para poder satisfacer lo que se vuelve algo sin fondo.
También hay que entenderlo bajo el punto de vista de que el conocimiento, sobre todo técnico, tampoco tiene sentido sin un componente espiritual que lo equilibre.
José de Guardia de Ponté