Presa en estrecho lazo
de vida sencilla y solitaria,
del pueblo al suspiro,
ya tarde, atardecida.
«¡Ay de mí miserable
infeliz decía,
aquella doncella,
que antes vivía libre,
y ahora llora cautiva!
Perdí a mi amado,
perdí en él mis delicias,
abandonada, desdichada,
pues que perdí la vida.
¿Por qué desgracia tanta?
¿Por qué tanta amargura?
¡Por un grano de amor!
¡oh cara golosina!
El apetito ciego
¡a cuántos precipita,
que por lograr un nada,
un todo sacrifica!