Palabra que deviene del griego ν?στος (nostos – regreso) y algos – dolor. El neologismo fue creado por el suizo Johannes Hofer en 1688 cuando en su tesis doctoral de medicina describía una enfermedad que sufrían los seres humanos cuando estaban lejos de su hogar o de su patria. Explicaba que pacientes que sufrían esta enfermedad cuando regresaban a su lugar entrañable se curaban milagrosamente.
Esta hermosa palabra también la podríamos definir como “añoranza” y no sólo está referido a lugares sino también a tiempos y personas.
La nostalgia está muy relacionada con el romanticismo y la idealización, ya que cuando perdemos algo nos invade una pena o melancolía que de seguro idealizamos y añoramos recuperar. Hoy en día no se considera a la nostalgia como una enfermedad sino más bien como un sentimiento que se experimenta por diferentes motivos.
Nos dice Xavier Velasco “Nostalgia: Esa ensoñada ineptitud para resistirse al gancho de una vida que se nos ha ido quién sabe cuándo, quién sabe cómo y quién sabe a dónde” porque sin lugar a dudas, la pérdida de la juventud, es una de las más comunes dentro de una improvisada categorización de nostalgias.
En segundo lugar estaría el estar lejos de la patria, el suelo querido, el terruño… con dolor Kyochi Katayama escribe: “Sereno y tranquilo, un mar de un color azul brillante. Todo cuanto veía me llenaba de nostalgia, ya que a cada brazada me alejaba de mi patria. Cerré con firmeza la tapa de mi corazón y le di la espalda al mar”.
Luego está la nostalgia de haber tomado alguna que otra decisión, aquella vez de la encrucijada, ese camino que se tomó y aquel misterioso sendero que se dejó de lado. Es un dolor extraño. Morir de nostalgia por algo que no vivirás nunca. Por algo Sabina canta: “No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás existió”.
Pero… no existe otra, más terrible y dolorosa, que la nostalgia de amor. “Como andar sin nostalgia cuando el alma se desploma ante la pérdida del ser amado, como poder respirar siquiera si todo es sueño, si todo es llanto”.
Agonía lenta y triste, pesar más allá de lo soportable, dolor infinito cuando el amado parte al otro mundo, y el alma partida de muerte sólo desea seguirlo. Ya nos dice Alejandro Dumas: “Los seres queridos que perdemos no reposan bajo la tierra, sino que los llevamos clavados en el corazón”.
Quién más que Amado Nervo puede escribir:
¡Oh, vida mía, vida mía!,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí.
¡De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí!
Faro de mi devoción,
perenne cual mi aflicción
es tu memoria bendita.
¡Dulce y santa lamparita
dentro de mi corazón!
Luz que alumbra mi pesar
desde que tú te partiste
y hasta el fin lo ha de alumbrar,
que si me dejaste triste,
triste me habrás de encontrar.
Y al abatir mi cabeza,
ya para siempre jamás,
el mal que a minarme empieza,
pienso que por mi tristeza
tú me reconocerás.
Merced al noble fulgor
del recuerdo, mi dolor
será espejo en que has de verte,
y así vencerá a la muerte
la claridad del amor.
No habrá ni coche ni abismo
que enflaquezca mi heroísmo
de buscarte sin cesar.
Si eras más que yo mismo,
¿cómo no te he de encontrar?
¡Oh, vida mía, vida mía,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí!
De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mí.
Nostalgia: encontrar un ser doliente que llorando sonreía, muriéndose de sed junto a una fuente…
José de Guardia de Ponté