La Narco-Cultura

 (Primera Parte)

Hace unos 30 años atrás, palabras como narcotraficante, cártel, drogadependiente, porro etc. significaban cosas más de la ficción o muy lejanas a nuestra realidad. Sin embargo hoy la terminología es signo de nuestros tiempos, parte de nuestro lenguaje cotidiano y un fenómeno social común e inmediato. Se abre paso hacia una legitimación.
Para empezar a dilucidar ciertas cuestiones se pone en primer lugar el tema de las "necesidades creadas". Partamos de la base que las agencias de publicidad invierten diariamente cantidades exorbitantes de dinero en la contratación de "creativos" (Psicólogos, Antropólogos, Sociólogos, Diseñadores y hasta Astrólogos) para "mostrar mundos que no existen" salvo en la mente de estos profesionales de la creatividad. La razón es simple claro está: "La Verdad es lo que hace que la gente compre, no importando si esa verdad; es una real mentira". Y el resultado es lograr que millones de seres humanos sean movidos hacia los aparadores reales o virtuales; para adquirir cosas que no necesitan, con dinero que no tienen, generalmente para satisfacer "necesidades" que no valen la pena. Pero; que al "publico cautivo" lo han persuadido publicitariamente. Y cómo cada cosa que compran crea un vacío tan grande que sólo puede ser llenado con otra cosa para ser comprada. Cómo se explica entonces, que un muchacho carente de recursos, un habitante cualquiera de zonas periféricas, con varios hijos de edad escolar, adquiere un préstamo o un crédito millonario y super usurario para adquirir un celular o una tablet con acceso wifi a internet, outlook para gestionar correo electrónico, bluetooth, gprs, gps, cámara fotográfica de 18 mpx con zoom integrado, 4g y umts. si ni siquiera tiene internet ni menos una pc en casa, en el trabajo, en la biblioteca, o en el baño.
Pobres que al margen de ser condenados al hambre y a la miseria también están condenados a contemplar los manjares que ofrece la publicidad pero cuando estiran la mano estas maravillas se alejan porque nunca es suficiente.
De todas formas esta sociedad impone tener o poseer la última tecnología, el modelo nuevo de automóvil, ropa de marca etc. como si de eso dependiera nuestro prestigio o fama. En una sociedad de antaño se buscaba ser útil puesto que de ello dependía el bienestar, hoy la gente busca ser importante y reconocida y el medio que falsamente se muestra para conseguir dicho fin es poseer cosas que justamente el mercado determina como importantes. Es este mundo de plástico, la televisión promete paraísos que pocos pueden gozar, y a su servicio estamos. Una civilización donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos. Las cosas nos compran…
Y he aquí la frase que nos lleva este primer análisis: “Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales”
CONSUMO – una civilización que no deja dormir a las flores, a los pollos ni a la gente.
Veinticuatro horas de dibujos animados no dejan dormir a los niños y el pagar las cuentas no dejan dormir a sus padres.
Ahora bien cada una de estas conceptualizaciones constituye un lente diferente y permite identificar matices y tonalidades distintas que resultan pertinentes en el proceso de construcción de conocimiento en torno al complejo fenómeno del narcotráfico ya que para que una actividad exista debe a la vez estar el sustento psicológico, cultural y social necesario para su devenir.
Otro punto importante de analizar es la globalización ya que no se entiende al narcotráfico en términos de una “red trasnacional”. Es cada vez más común escuchar términos como “crimen global” “delito transnacional” o “redes internacionales” para hacer referencia al fenómeno del narcotráfico y en este contexto parece imposible explorar su complejo mundo sin reconocer las conexiones internacionales que resultan indispensables en la red de producción y comercialización de drogas ilegales. Así, ubicar la reflexión sobre el narcotráfico en el contexto de la globalización, implica el reconocimiento de que la actividad económica de comercializar drogas ilícitas internacionalizó sus redes, en gran parte gracias al incremento en la circulación de capitales, información y personas a escala mundial. 
Tenemos entonces que el fenómeno del “consumo” como marca registrada del capitalismo moderno y con él, el narcotráfico (como concepto de tráfico y consumo - adicción) son fenómenos globales, trasnacionales y elemento fundamental para entender los procesos de desterritorialización.
Entendemos por desterritorialización a la colonización cultural por las redes modernas de comunicación que han eclipsado la relevancia de los territorios interiores, las culturas particulares, los patrimonios culturales intangibles, sustituyéndolos por redes transnacionales de carácter comercial, social y político. Por lo tanto, cuando se afirma que el narcotráfico es una red trasnacional se entiende que además de ser una actividad que se beneficia de las asimetrías entre las naciones para sacar provecho económico, y a la vez entendemos que las implicaciones del narcotráfico van mucho más allá de los ámbitos legales, políticos, económicos, implicando también los aspectos ideológicos y culturales.
Los diversos estudios que desde las ciencias sociales han abordado este fenómeno, coinciden en que sus actividades no están aisladas del conjunto de las prácticas sociales ya que los narcotraficantes conviven en su entorno exteriorizando algunas “formas de hacer” que empiezan a generar una serie de cambios y transfiguraciones sociales y culturales relacionadas directamente con el establecimiento de nuevas pautas de interacción, cambio en los valores, procesos de legitimación, entre otros. 
En este sentido, es importante señalar que mientras las drogas sean ilegales -creando un potencial enorme de ganancias- y la demanda por estas drogas continúe, la tarea de eliminar la producción y tráfico de drogas es virtualmente imposible. 
Podemos ver con mayor frecuencia la relación de nuestros gobernantes con el narcotráfico, justamente hoy es ya casi imposible desvincular a la política con el dinero que fluye en forma incesante y que busca irremediablemente poder. 
Somos testigos de las transformaciones sociales y culturales que se derivan de esta acción. Este escenario plantea un reto impostergable para las ciencias sociales, quien en su tentativa de comprensión del impacto social y cultural del narcotráfico deberá abocarse a las interconexiones globales-locales.

 (Segunda Parte)

Parece extraño hablar de una Cultura del Narcotráfico cuando manejamos un concepto de “cultura” referido al arte o la creación, sin embargo en su estado más amplio la cultura se refiere a todos los acontecimientos vinculados a la acción humana y lamentablemente esto también engloba su faz negativa y destructiva, que bajo ningún punto de vista deja de ser creativa.
De esta manera, planteando su existencia, afirmamos que al alrededor de la actividad ilegal se está definiendo una situación social donde interactúan cuestiones que hacen y afectan las relaciones humanas ya que transitan en lo familiar, laboral, comercial, político y educacional.
En este sentido, es importante señalar que para dar cuenta de la complejidad que entraña la noción de “narcocultura” es necesario analizar el micro y macro mundo donde se desenvuelve.
En el artículo anterior marcamos la base sustancial donde se mueve – el axioma horizontal fundamental – el “CONSUMO” como sustento psicológico, cultural y social necesario.
Ahora analizaremos la cuestión vertical, hacia arriba y hacia abajo, para luego, en un tercer artículo poder completar la tridimensionalidad del concepto, buscando de esta forma la síntesis sustancial que escape de lo fenomenológico y logre filosóficamente su cabal entendimiento.
Desde la cumbre, entonces, hoy podemos entender que el poder político nunca combatió el narcotráfico, porque si así lo tomáramos nos parecería ilógico como después de años de trabajo e inversión millonaria la cuestión ha aumentado trigonométricamente en vez de decrecer. 
Estados Unidos de América, país consumidor del 75% de estupefacientes que se produce y mueve el mundo, creó la DEA (Drug Enforcement Administration) (La Administración para el Control de Drogas) en 1973 y hoy dispone de 21 Divisiones, con 227 Oficinas de Campo y 86 oficinas en el extranjero, en 62 países. Con un presupuesto de más de 2.415 mil millones de dólares, cuenta con más de 10,800 empleados de los cuales más de 5,500 son Agentes Especiales. Posee de una División de Aviación, también llamada Oficina de Operaciones Aéreas (OA) la cual tiene su base en el aeropuerto de Fort Worth, Texas. Su flota está compuesta por 106 aparatos y 124 pilotos. En definitiva posee más presupuesto, tecnología, armamento y elemento especializado que cualquier país del hemisferio sur. La DEA tiene la misma autonomía que la CIA con la diferencia que puede actuar dentro y fuera de su país.
La DEA no combate el narcotráfico, sólo trabaja, como bien dice su nombre, para controlarlo, mantenerlo y acrecentarlo. Es una herramienta más del imperio para dominar y colonizar. Combatió y aniquiló los Cártles sudamericanos y asiáticos y los sustituyó por sus propias organizaciones. Gerencia y mantiene el negocio desde su plantación hasta su distribución final, combatiendo eso sí la iniciativa privada ya que no admite competencia.
La verdadera guerra librada por el Chavismo Bolivariano y la famosa Revolución Cubana contra EUA no pasó por cuestiones ideológicas solamente, en lo estratégico se combatió sangrientamente por el control del narcotráfico. Jugaron papeles fundamentales las guerrillas colombianas, nicaragüenses, hondureñas y panameñas las cuales se sustentan en el negocio y son usadas o combatidas según el caso para bien o para mal de las partes en conflicto.
Graciosamente por los diarios del mundo Estados Unidos y Venezuela se acusan hipócritamente de los mismos pecados de los cuales ambos son portadores, mientras tanto muchos países de la región se ven involucrados en esta cuestión como Brasil, Bolivia y Perú. Pero nadie sea tan iluso de pensar que Argentina y sus gobernantes están fuera de este conflicto macabro.
Ahora, bajemos de la cumbre y nos metamos en el submundo. En el “narcomundo” donde se detenta cierta ideología legitimadora de sus acciones que lejos de negar o encubrir sus actividades ilícitas, les permite aceptarlas y justificarlas plenamente. Un ejemplo de esto lo constituyen los narcotraficantes latinoamericanos, quienes se definen a sí mismos como defensores de los valores regionales y luchadores por el progreso. Sostienen que su industria, aun cuando ilegal, beneficia a Latinoamérica pues atrae enormes cantidades de dinero, promueve el desarrollo y reduce el desempleo (Ovalle, 2000). Desde esta perspectiva, no hay ningún problema en ofrecer un producto cuya alta demanda es innegable. Así, la cultura del narcotráfico se desarrolla tras el sueño y la promesa de inclusión en regiones y localidades donde ascender posiciones en las clases sociales era una tarea casi imposible mediante los mecanismos legales. 
Por otra parte, a partir del crecimiento económico de los grupos narcotraficantes, se produjo en algunas regiones -especialmente en Latinoamérica- un rápido ascenso social de sujetos pertenecientes a las clases baja y media. Los beneficiarios, que no sólo eran narcotraficantes sino también todos aquellos que los rodeaban: abogados, contadores, guardaespaldas, empresarios, policías, músicos, políticos, pilotos, entre otros, generaron un rápido cambio en la estructura social. Todos estos "recién llegados", que no eran asumidos como iguales por las viejas elites; aunque deseaban el ascenso social, no estaban interesados en ocultar su origen. Así, dentro de sus prácticas de consumo manifiestan abiertamente su procedencia, generando profundos cambios en las interacciones tanto en la vida urbana como en la vida rural.
Y estas cuestiones son la que socavan la moral de un pueblo, todo se entremezcla en este cambalache del “sálvese quien pueda”, “el que roba primero, roba dos veces”, “que pague el que venga luego” y cuantas calamidades que sufrimos.
Hablamos de la caída de los valores y no nos ponemos a analizar que son justamente esos mismos valores los que usa el narco-poder para justificarse, ensuciando, prostituyendo, mezclandolo todo. 
Pobreza, miseria, desempleo, desnutrición, ignorancia – cuantos jinetes más necesita el apocalípsis para definir esta narcocultura que nos agobia. 

(Tercera Parte)
En artículos anteriores hemos analizado dos variables de la narcocultura – la faz horizontal, lo que marca su justificación, “el consumo” como “cultura base” podríamos llamarle, donde se mueve social y económicamente la colonización imperialista, y la norte – sur, la verticalidad en su macro y micro mundo, donde las organizaciones destinadas a combatir el flagelo, en realidad, son el mismo flagelo, organizado y orientado hacia parámetros de dominación o contraofensiva. 
Nos estaría faltando la tercera variable dentro del esquema para completar la tridimensionalidad de la cuestión y es “lo ilimitado de lo posible” o mejor dicho “los límites de lo imposible”.
Cuando hablamos de límites en una sociedad es establecer el importante concepto de “seguridad” de las personas que conviven en un espacio especial como una polis. El derecho de uno que termina donde empieza el derecho del otro es justamente el límite que marca la norma como principio fundamental.
Cuando hablamos de límites decimos de la salud social que estabiliza, equilibra y proporciona orden y estructura en la dinámica social, así como poder llevar un sentido de civilización y vida coherente. 
Por otra parte, los límites ayudan en la construcción de la personalidad de las personas tanto en niños, adolescentes y adultos, ya que conllevan el desarrollo de aspectos como la voluntad, la tolerancia, la frustración, las satisfacciones, y tenencia en cuenta los derechos de los demás.
Ahora bien, en la “narcocultura” los elementos que constituyen su proyecto y fantasía son de hecho fronteras bastante borrosas; se pueden enumerar varios ejemplos para corroborar esto. El derroche, la opulencia, la trasgresión, el incumplimiento de la norma y el crimen, son entre otras, prácticas sociales continuamente asociadas al narcomundo, sin embargo, vemos que todas ellas son en mayor o en menor medida, prácticas recurrentes en otros sectores sociales de Latinoamérica.
Y esto va de la mando con lo que propone el neoliberalismo es su cotidiano remachar publicitario, promoviendo una imagen de hombre triunfador y exitoso, y en el afán de promover una ansiedad deliberada por superarse, económicamente en lo particular, promueven discursos conducentes a romper con los límites sociales en pos de un individualismo exacerbado.
La importancia del UNO sobre los OTROS, del “sálvese quien pueda”, del “después de mi el diluvio” y tantos otros ejemplos son una constante en esta frenética y perversa realidad que trae aparejado las más injustas desigualdades, y cuanto más anárquico es el país mayor será la brecha entre el fuerte y el débil.
Y así seguimos, como si nada, navegando en un mundo “ilimitado” que marca la televisión comprando YA la porquería inservible de moda o el medicamento que todo lo puede menos curar.
Pero hay algunos pobres imbéciles que se comen la perorata publicitaria y salen al mundo a buscar lo que la TV promete pero no regala y terminan entrando en un mundo de eternas insatisfacciones, siempre vacío, enloquecedoramente depresivo.
La radio, la televisión, los periódicos y el cine, forman una red por la que circulan los bienes culturales que "tienen un papel importante en la construcción de subjetividades, demandas y expectativas" (García Canclini). En años anteriores estos medios de comunicación promovían y sostenían los valores morales de la sociedad. En la actualidad se caracterizan como constructoras de imaginarios colectivos borrando todo límite para convertirse en una industria de la insatisfacción.
Otras cuestiones que destaca la prensa son los hechos de violencia y corrupción. Y se habla de corrupción siempre orientado al concepto de “impunidad” centrado en la institucionalización de la narcocultura en la política. El concepto de justicia decae en consecuencia perdiendo valor. Al ver estos resultados, se puede intuir que la prensa trabaja promoviendo la narcocultura y las formas en que la sociedad interactúa y se relaciona con este fenómeno.
Para concluir, el narcotráfico es uno de los grandes problemas de la humanidad. A pesar de esto, la complejidad intrínseca del fenómeno – ya que convergen en él, elementos morales, políticos, económicos, sociales, legales, de relaciones exteriores, de salud pública, de seguridad pública, culturales, geográficos, entre otros- los estados no tienen ninguna intención real de combatirlo. El Imperialismo en cierto sentido justifica la existencia de la “narcocultura” y la utiliza como arma de colonización y en la reacción, el “narco” patriota y reactivo construye un falso proyecto de resistencia nacionalista y fantasea con una herramienta de inclusión social. 
La historia, lamentablemente nos muestra, que este fenómeno no es tan actual, la Inglaterra Victoriana, sostenedora de valores trascendentales, fue en su momento una potencia narcotraficante del opio que se producía en china.
Finalmente, estos textos plantean una reflexión ética inicial que debe permanecer abierta para que podamos sincerarnos y entender que esta cultura es sumamente destructiva y que nos perjudica a todos.


José de Guardia de Ponté

 

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