Tanto en Salta como en cualquier parte de la galaxia están los incorregibles e insoportables "hacedores de la nada".
Opas reconcentrados en sí mismos, megalómanos y ególatras por composición e inútiles por definición. Se aparecen orondos con un libro bajo el brazo por las actividades culturales o científicas que otros con sumo sacrificio pueden realizar y con la nariz fruncida analizan minuciosamente el entorno, porque nada agudiza la vista como la envidia, consultan a algún desprevenido participante si están conformes con lo hecho, y si por ahí encuentran una grieta o una crítica la recogen gustosos para armar su caja de pandora de calamidades con que van a defenestrar al atrevido hacedor.
Como se creen tan importantes siempre exigen que se los tenga en cuenta, y si por esas casualidades de la vida o del buen gusto, no se los nombra, con estruendosas fanfarrias hacen escandaletes atroces a puro berrinche.
Todo les parece mal y critican hasta los sócalos pero cuando se encuentran con el desdichado responsable de sus envidias, le halaban hipócritamente alardeando de haber podido notar algunas fallitas sin importancia que por supuesto supieron disimular porque "todo está hermoso".
No gozan de amigos porque, aunque su miopía no les permita darse cuenta, todos ya conocen sus fechorías. El opa, de por sí, se cree muy inteligente e invisible de las maldades que pretende generar.
Séneca decía: "Es una práctica de multitudes ladrar a hombres eminentes, como los perros pequeños ladran a extraños"
Por esta razón los pocos que hacen son la envidia de los muchos que solo miran...
José de Guardia de Ponté