Uno de los recuerdos más bellos que tengo de mi infancia son esas tardes de fin de semana o vacaciones que pasaba entretenido con mis primos jugando al estanciero o a la canasta en la casa de mi abuela.
Cómo no nos gustaba perder teníamos reglas estrictas con respecto a la forma de jugar y comportarnos, por ejemplo estaba abasolutamente prohibido hacer trampa y peor aún burlarnos o ridiculizar al perdedor.
Jugabamos seriamente y sencillamente ,éramos felices, porque los juegos de mesa al margen de ser una alternativa válida de entretenimiento sirve para la socialización y el crecimiento psíquico.
Lamentablemente hoy los chicos conocen poco o directamente desconocen estas alternativas ya que las actividades sociales se han reducido notablemente y este lugar ha sido ocupado por una actividad lúdica bastante nociva: el videojuego.
En su mayoría violentos, vuelven a los niños que abusan de esta actividad seres solitarios, poco comunicativos, estresados, al margen de producir grados de adicción que perjudican la salud y el desarrollo psíquico. Una adicción que los puede tener hasta ocho horas frente a la pantalla oprimiendo los controles nerviosamente, con movimientos oculares vertiginosos y contorsionando su cuerpo en el sentido en que se mueven las figuras.
Se calcula que la industria de los videojuegos deja a escala mundial ganancias que superan 30 mil millones de dólares por año, y en Argentina podrían ser superiores a los 400 millones de dólares; se prevee que en los próximos años, en las naciones de habla hispana la demanda de estos artículos crezca hasta un 80 por ciento, especialmente en las versiones caseras de Nintendo, con su Gamecube; Sony con el PlayStation 3 y 4, y Microsoft con la consola X Box.
Pero lo más repudiable es la violencia y hay que remarcar que estos motivos serán siempre más perniciosos que positivos.
Otro de los problemas es que propician sedentarismo entre niños y jóvenes, aspecto nada desdeñable en estos tiempos en que los malos hábitos alimenticios, junto con la falta de actividad física, han elevado a 10 por ciento, según la Organización Mundial de la Salud, los índices de obesidad entre la población de 5 a 17 años.
Considero que en el país se debería contar con una legislación clara al respecto para condicionar la venta de este material, sobre todo a menores.
José de Guardia de Ponté