EL HOMBRE ILUSTRADO (o dibujado)

Cada cultura tiene su especial forma de ser y el tatuaje estuvo presente en muchas de ellas desde la antigüedad de diferentes formas, en algunos casos de manera ritual otras religiosa, para unos un arte y para otros su uso es propio de vagos y ex reos; en Argentina, de la mano de la globalización y la cultura yanquilandia adquiere niveles profesionales hace unos 15 años y en la actualidad se encamina a adquirir un lenguaje propio con recuperación de imágenes populares en algunos casos y ancestrales en otros. Podemos ver en “el lienzo vivo de los cuerpos” imágenes tribales y de culto popular, como la santa muerte, gauchito Gil, muchas calaveras y, por supuesto, reproducciones de tipo dark ya que caracteriza mucho a ciertas tribus urbanas.
Sin embargo, es claro que el tatuaje que se hace en el país no tiene rasgos distintivos, propio de los argentinos, más bien la honda es de tipo etnocida que en relación con el folklore nacional.
Es claro que la Modernidad Mediática Globalizada no ofrece al ciudadano común “diversidad cultural” sino más bien “homogenización segmentada” en la que estamos inmersos de “estigmas”. 
El Tatoo es en cierto sentido más propio de un grupo etario joven y urbano; y dentro de ese contexto urbano tenemos diversos movimientos, con una cierta ideología recargada por la necesidad humana de ser aceptado por la sociedad circundante en la cual se encuentran inmersos. 
Los tatuajes se han vuelto una forma de expresión de este grupo etario y urbano y claro está que comunican argumentos, significaciones a los símbolos tatuados y una nueva composición en ellos que puede ser tomada como código; y el que a su vez crea un vínculo y puede relacionar a diferentes personas entre sí, por llevar el mismo símbolo plasmado en su cuerpo. Así pues vemos grupos que requieren de tal tatuaje para consolidar dicho vínculo.
Algunos sociólogos definen la tendencia del tatuaje a una moda que pretende definir una identidad juvenil de ciertos estratos sociales, la autoafirmación, el culto de la imagen, el consumismo y la transgresión que la caracteriza. El Tatoo confirma el fin de la infancia “de niño no podía hacerlo, hoy que no lo soy lo hago”, ganó esta pulseada con los padres de la infancia. O sea, al igual que en la antigüedad el tatuaje otorga al adolescente un sentido de identidad.
El término autoafirmación surge de las propias inseguridades del adolescente y se relaciona a lo ya descripto. El culto de la imagen, aunque no trasportable a la antigüedad, también se relaciona con la noción de pertenencia que alude a la imagen. Hoy se encuentra potenciada por la educación de la T.V, cine, afiches, videoclips, pantallas computadoras; en definitiva el diseño gráfico. Hasta el packaging se ha convertido en una ciencia (en muchos productos se emplea mas recursos en el envoltorio que en el objeto en si).
En el consumismo, el común de la sociedad de consumo “consumo, luego existo”; el tatuaje es un bien de mercado y le caben las generales de la ley. Existen tatuajes más caros, más glamorosos, más exóticos, en fin toda la escala de valores del consumismo.

Por último la transgresión es el mecanismo mediante el cual el adolescente intenta provocar a los adultos, generando inquietud y molestias, quieren ser identificados, sentirse diferentes de los demás.

José de Guardia de Ponté

 

 

 

 

 

 

 

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