Cada pueblo en cada época, tuvo o tiene un personaje característico quién, por especiales circunstancias, suele conciliar el interés afectuoso de la gente que llega a considerarlo como algo característico del barrio donde viven.
Generalmente estos personajes realizan una actividad específica y son muy reconocidos sus servicios voluntarios.
Así era "El Gendarme". Tal vez este sobrenombre le habría quedado después haberse jubilado de la fuerza.
Correntino el hombre y de familia numerosa, vivía en un barrio populoso del sur de Salta y como todo milico se levantaba al alba y se paraba en la puerta mate en mano como buen litoraleño.
Saludaba toda entidad que pasaba con ese aire de querer entablar una conversación ya que detrás de los "buenos días" venía un comentario entrador como "- salió lindo el sol hoy, que no?", algunos vecinos conociendo sus interminables charlas pasaban ligerito saludando apurados para evitar la perdida de tiempo. Otros, en cambio, tan necesitados de compañía lo aprovechaban para charlar amenamente un rato.
Su aspecto era un tanto confuso. Tenía regular estatura, de tez más que bien blancona de agudos rasgos guaraníes. Siempre limpio, afeitado y muy ranciamente perfumado. Vestía con musculosa blanca impecable, pantalón corto, medias y pantuflas deportivas de goma con los dedos al descubierto, por lo general mostraba un dedito airoso saliente de la media rota. Termo al brazo, como dicen los correntinos y mate amargo en mano presto a convidar.
Todo el santo día se la pasaba en la vereda salvo los horarios de almuerzo, merienda, cena y descanso nocturno. Se sabía vida y milagro de todo el barrio, amén de tener amplios conocimientos de familias de barrios vecinos. Tenía fichado horarios de salida y entrada de todos los de la cuadra, pero a diferencia de un salteño chusma, sus conversaciones eran sanas y era muy celoso con la información, más bien la utilizaba algunas veces para familiarizar con la gente o hacer algún halago, por que si algo caracterizaba a este personaje era su capacidad para halagar y hacer sentir bien a su interlocutor.
Con el tiempo se hizo, no solamente muy querido y apreciado, sino necesario, ya que cuidaba todo, nada se le escapaba, si pasaba un muchacho sospechoso por la cuadra lo seguía en forma intimidante hasta que se alejaba. En varias oportunidad evitó asaltos y vandalismo.
Una noche entraron ladrones en casa de un vecino de la cuadra y fue justamente él quien dio parte a la policía evitando el delito. En otra oportunidad cuando entró una patota al lugar y empezaron a molestar les hizo frente con valiente decisión.
Pero una mañana de invierno no salió a la puerta y el llorerío de la casa anunció su partida. Su velatorio fue multitudinario y su entierro emocionante ya que varias cuadras de autos acompañaron sus restos hasta la última morada. Muchos preguntaban por lo bajo "y como se llamaba el gendarme?" ya que nadie sabía su nombre más bien su apodo.
Todavía hay gente que lo recuerda, y alguna antigua vecina ruega por su alma, cuando pasa ente sus dedos las cuentas del Rosario.
José de Guardia de Ponté