Dentro de las tragedias que vive la humanidad está el crecimiento demográfico que amplía y profundiza las desigualdades, las injusticias y el sálvese quien pueda.
A nadie se le escapa que el crecimiento demográfico afecta especialmente a los países mas pobres, engrandeciendo la brecha, negando las oportunidades e incluso la esperanza.
Ahora bien, nos podemos preguntar: Los países pobres, ¿son pobres porque crecen a un ritmo demográfico muy elevado, o crecen demográficamente porque son pobres?
La contestación es sencilla: "a medida que mejora el nivel educativo, que existe una mayor participación en la vida social, que se eleva el nivel de vida y se mejora la distribución del ingreso, disminuyen los ritmos de crecimiento demográfico" o sea que si en un país tenemos bajo nivel educativo, mayor pobreza y mayor desigualdad la población aumenta.
Queda claro entonces que la demografía en sí no trae pobreza sino a la inversa : La concentración del poder económico y político, el régimen de propiedad de la tierra, la situación de privación y saqueo que sufren los países subdesarrollados, y todo aquello que configura la situación de dependencia y subdesarrollo. El rápido aumento demográfico no es la causa del subdesarrollo aunque constituye un obstáculo importante.
Si analizamos el fenómeno de la tecnología nos damos cuenta que demanda e impone un mundo de alto uso de capital y por lo tanto, una menor absorción de la mano de obra por unidad de capital.
La explosión demográfica se hace sentir también sobre el incremento de la demanda de servicios, con la necesidad de inversiones en otros sectores como por ejemplo escuelas que podrían tener un efecto multiplicador más inmediato y generalizado. El déficit de viviendas se hace cada vez más agudo y en algunas grandes ciudades parece insoluble.
Estos datos son importantes para nuestro país ya que la pobreza en Argentina se mide por necesidades básicas insatisfechas (NBI), las cuales son:
1) Acceso a la vivienda; calidad y hacinamiento
2) Acceso a los servicios sanitarios; disponibilidad de agua potable y cloacas
3) Acceso a la educación y 4) Insuficiencia de los ingresos del hogar.
En el análisis de los efectos y consecuencias hay que tener en cuenta de manera especial la situación de la mujer. Los embarazos repetidos y frecuentes inciden seriamente sobre la salud de la mujer, y un número elevado de hijos la relega la casi totalidad de su vida al solo ámbito del hogar. Por otra parte no se puede dejar de mencionar las consecuencias de los abortos clandestinos, práctica muy extendida y que incide desfavorablemente en la salud de las mujeres que recurren a ello.
¿Como abordar el problema?
En primer lugar podemos decir que los movimientos de población están en función de tres factores:
1) la natalidad,
2) la mortalidad y
3) la inmigración.
Sobre la mortalidad ni hablar... y como es lógico no queda otra alternativa que actuar sobre la natalidad, ya que nuestro país nunca se orientó a influir sobre los flujos migratorios, aunque en estos tiempos se perfilan acciones repelentes en este sentido.
La política del “control de la natalidad” es una propuesta que contiene elementos de verdad y se apoya en hechos ciertos e irrebatibles, pero el enfoque debe ser correcto para no caer en una política inadecuada y éticamente inaceptable.
Lo primero que se debe entender y como lo expresamos al principio del análisis: el crecimiento de la población no origina pobreza pero sectores políticos pro-imperialistas tratan de silenciar que los problemas estructurales que causan el subdesarrollo son: la injusta distribución del ingreso, mal uso de los recursos naturales, tecnología depredadora, situaciones de dependencia y marginalidad.
Si utilizamos una política de control de la natalidad que ataque los efectos y no las causas, sólo agudizaríamos el problema o peor todavía entraríamos en un camino que afectaría seriamente los derechos humanos.
El ofrecer a los pobres pastillas anticonceptivas a diestra y siniestra o incentivar el aborto como medida de control es absolutamente inmoral. Si abordamos el problema solamente en términos de control de natalidad en forma compulsiva, es - en palabras de Nikita Kruschev - como si a un adolescente que crece y los pantalones le quedan cortos, se le cortasen las piernas en vez de alargar los pantalones.
Ninguna política de población -y menos de control de la natalidad - puede sustituir las acciones necesarias que demanda el desarrollo creando fuentes de trabajo, efectuando una auténtica reforma agraria y llevando a cabo una reforma tributaria que conduzca a una mejor distribución de los ingresos. Ahí es donde hay que poner el acento.
José de Guardia de Ponté