12 de octubre - mi pobre América

Mi amigo, Julio Rodriguez Ledesma, me dijo una vez que el “Descubrimiento de América por Europa” fue el primer acto de globalización realizado en la historia humana. Lo cierto es que la aparición de estas tierras trajo un cambio sustancial en la cosmovisión occidental y cristiana al margen de los cambios estructurales en la unificada España, quién pasaba de la antigüedad a la modernidad consolidando un estado imperial.
Poco tiempo después de la llegada de Colón se publica la primera gramática castellana por Antonio Nebrija, pero también la primera gramática de un idioma europeo, a los efectos de que en la conquista sea mucho más eficaz la lengua que la espada o la cruz, ya que lo más importante que posee una cultura es su idioma como así de grave es perderlo.
En otro orden de cosas, la edad moderna traía otro cambio fundamental – el “humanismo” – se pasaba del teocentrismo al antropocentrismo donde el “hombre europeo” marcaba su propio destino como protagonista absoluto de los nuevos tiempos. 
Pero si bien la noble Reina Isabel la “Católica” se indignaba por la esclavización por parte de Colón de indígenas y dixit: ¿Quién se cree el Almirante para aherrojar a mis vasallos? y ordena su inmediata liberación. O en el amor cristiano por los gentiles expresado en el oratorio de los hermanos jesuitas: “Pro América, pro indis et nigris, pro juventute”. También podemos ver conjuntamente con estas manifestaciones, que sobrevive la Edad Media, con la cual nunca hubo una ruptura total. Y con esa vieja concepción llegará a las nuevas tierras la “Encomienda” que se sumará a los sistemas incaicos de la “Mita” y el “Yaconazgo” para esclavizar, explotar y conllevar a un genocidio sistemático de naturales en pro de enriquecer al invasor.
Esta transición entre dos épocas arriba a las Américas en toda su complejidad y asimetría. La conquista es una empresa de la Corona, y a la vez, privada, Las Capitulaciones se firman en nombre de la Fe, pero se determina cuidadosamente el reparto de las ganancias. Se elaboran las Leyes de Indias para resguardo de los naturales en plano jurídico y se establece la realidad brutal de la encomienda en el económico. El conquistador anónimo se debate entre el impulso sagrado del Medioevo y el lucro profano del Renacimiento.
Dice Dn. Francisco Romero – “España, con la conquista, realizó la más colosal empresa capitalista del Renacimiento, sin estar en condiciones de llevarla a término” 
Pero el hecho verdaderamente crítico, el de mayor intensidad dramática y sentido sustancial en la historia es, sin duda que no fue el encuentro de dos mundos, fue el descubrimiento de la propia humanidad con todas sus virtudes y terribles defectos. 
Así como se le ha imputado a las naciones ibéricas la instrumentación del evangelio para justificar el saqueo y la expoliación, podríamos alegar que algunos antiguos americanos distaban mucho de ser los mansos corderos de Las Casas o las víctimas inocentes de las lacrimógenas canciones de algunos cantantes de actualidad. La concepción cíclica del tiempo en Mesoamérica, que exigía incesantes volúmenes de sangre para mantener el movimiento estelar llegó a si cumbre, en 1450, con la instauración de las guerras floridas. Aliados con los señoríos de Texcoco y Tlacopan, los tenochcas-mexicas libraron combates periódicos con sus vecinos poblano-tlaxcaltecas. El objetivo era la captura de víctimas para el sacrificio. Se calcula que en la sola ampliación del Templo Mayor de Tenochtitlan se sacrificaron entre 20.000 y 40.000 prisioneros como ofrenda a Huitzilopochtli. Solo así se comprende el amplio marco de alianzas que llegó a concertar Hernán Cortés.
El vasallaje, la esclavitud, la crueldad y la explotación no eran nuevos en América. Cada cultura superpuso su dominio sobre la otra como la arquitectura sucesiva que se desarrolló en el Lima Colonial.
Me resulta desalentador, por lo tanto, el enfrentamiento entre “Cultura Original” y ”Cultura Transplantada” ya que no se reflexiona sobre el verdadero significado del acontecimiento. Se lo fractura, se lo parcializa, se habla del “encubrimiento de América” y se lo despoja de su verdadero simbolismo. De ambas orillas del Océano de los Descubrimientos es proclamado como la epopeya de Europa o el Apocalipsis indígena, pero por curioso mecanismo de autonegación se evita mencionar el ciclópeo parto de una nueva identidad, o peor todavía se niega la identidad resultante.
Pues se persiste en creer en la pureza de las culturas – como si tal cosa existiese – y no admitir que la cultura americana es esencialmente sincrética, como sincrética fue la España invasora. Tanto la corriente indigenista, empecinada en lo que condena, como la leyenda rosa española del darwinismo social, que encuentran en el mestizaje americano, nuestra supuesta inferioridad como naciones, muestran a nuestro patrimonio cultural folklórico como disociado, ahistórico, compartimentado en bloques irreconciliables. Una curiosa negación de la realidad, que como toda negación conduce a la alineación o la muerte, en este caso, de la originalidad propia.


Sí, somos vástagos de un alumbramiento doloroso, que no merece celebración eurocéntrica ni luctuosa conmemoración americana, pues no todo lo que se perdió es digno de llorarse ni todo lo que se adquirió es digno de festejarse. Es tiempo ya de aceptar que, si pretendemos ser propietarios de la historia y no inquilinos de la misma, nuestra identidad está dada por la interrelación de culturas que sucesivamente arribaron al Nuevo Mundo, desde los primitivos cazadores recolectores de la Era Glacial hasta los inmigrantes y refugiados del presente siglo. Cualquier negación de alguna en nombre de determinada postura ideológica, no sería otra cosa que mutilar parte de nuestra existencia.

José de Guardia de Ponté

 

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